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El viajero después de haber atravesado sabanas inmensas donde la vista se pierde en los dos horizontes que forman el cielo y la tierra, y prados coronados de palmas y gigantescas ceibas, tocaba por fin en un cercado, anuncio de propiedad. Acaso la notable hermosura del extranjero causó cierta suspensión al campesino, el cual por su parte atrajo indudablemente las miradas de aquél. Era el recién llegado un joven de alta estatura y regulares proporciones, pero de una fisonomía particular. No parecía un criollo blanco, tampoco era negro ni podía creérsele descendiente de los primeros habitadores de las Antillas. Su rostro presentaba un compuesto singular en que se descubría el cruzamiento de dos razas diversas, y en que se amalgamaban, por decirlo así, los rasgos de la casta africana con los de la europea, sin ser no obstante un mulato perfecto.

El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarías con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa alambrada de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Melquíades, que era un hombre cabal, le previno: «Para eso no sirve. Durante varios meses se empeñó en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la territorio, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un edículo de cobre con un rizo de mujer.

Una de ellas, la novela Gallego de Miguel Barnet, explora desde la cabestrante de un autor cubano, la locura y crisis de identidad que sobrevienen a la experiencia migratoria de un español en Cuba. La versión fílmica de la novela de Barnet, una coproducción hispano-cubana dirigida por el todavía cubano Manuel Octavio Gómez entransforma el cuerpo del protagonista para proponer una versión de la emigración carente de efectos corporales negativos. Esta manipulación o maquillaje del cuerpo como texto implanta en el emigrante español pinceladas del personaje del indiano, tipo muy actualidad en el canon español y cuyo retorno enriquecido supone un vestigio de una relación imperialista con hispanoamérica. La expresión maquillaje del título se refiere precisamente a este tipo de amaño discursiva. Por esta razón, y al haber sido escrita por un artífice cubano, resulta imprescindible justificar el actualidad estudio de la novela como libro de la emigración española.

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