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Soy sumisa en la cama, me gusta complacer y que me hagan de todo, puedo parecer reservada y beata, pero no lo soy, mi cónyuge se dio cuenta de ello matutino en nuestro noviazgo y se posesionó de mi desde el principio. Tenerlo a mi lado me mantiene viva también a mí, Manolo me recuerda a su padre en muchas urbanidad, cuando estamos cerca a veces huelo a su padre en él, su voz es similar, su modo de moverse asemeja mucho al de mi difunto marido, esto me conturba y molesta pues quisiera a mi esposo de regreso. De todas maneras, no me tranquilizaba mucho de que mi muchacho me mirara de ese guisa, me sentía incomoda con sus luceros en mis muslos desnudos o en mi escote pronunciado, esas miradas las debía conservar para su novia, no para su madre. Me miro arrugando su frente y llevando sus luceros claros al cielo, sus carnosos jeta rojos se cerraron en una gesticulación de desenfado y teniéndome mucha aguante, estaba a punto de darme una disertación educativa sobre esta insólita localización. La mano de la Maca se poso en mi nuca y me retuvo para meter su lengua suave en mi boca, entonces supe que no me iría a casa. Sus esponjosos pechos presionaron los míos y me hicieron emitir un gemido audible. Su mirada clara derrochaba pasión y yo me entregué a esos luceros lascivos que me recorrían por estoico, en segundos abrió mi blusa y aflojó mi sostén, mis senos se derramaron mostrando mis pezones enormemente erectos.

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