Excitacion

Un viaje de novios : Versión para imprimir

Conocer gente 367421

Para esta edición se ha tomado como referencia la de Patrick Hanan. Aquí se cuenta la iniciación erótica de un joven estudioso del zen. Su aprendizaje le conduce a aventuras e intrigas amorosas que adquieren a la vez visos de comicidad y desastre, que convierten La alfombrilla de los goces y los rezos en un antecedente claro de Fanny Hill. Hemos conservado la estructura y las notas del profesor Hanan, eliminando tan sólo aquellas que no eran pertinentes para una edición española. Así, pertenece a esa raza de escritor cómico rara en cualquier cultura que descubre o inventa los términos de su propia realidad. Murió a principios de Hacia el siglo XVII se habían escrito, siguiendo esta forma, innumerables relatos y piezas teatrales, en algunos casos obras maestras. Pero Li Yu no quiso tener nada que ver con todo eso. De manera similar, en la colección Wusheng xi, [Operas silenciosas] hay un relato sobre un amor entre dos hombres que extrae su mérito cómico de la forma en que establece su paralelo con un perfecto matrimonio heterosexual desde el noviazgo hasta la viudez.

Y a esta reflexión siguió una abstracción, que le hizo fruncir el entrecejo y contrajo sus labios con una sonrisa desdeñosa. Desprendíase de toda la persona de aquella niña dormida perfume inexplicable de pureza y frescura, un tufo de honradez que trascendía a leguas. Ocurriósele de pronto una hipótesis: acaso la viajera fuese una miss inglesa o norteamericana, provista de rodrigón y paje con llevar en el bolsillo un revólver de acero de seis tiros. Se arrimó nuevamente entonces el viajero a los helados cristales, y se quedó así, inmóvil, abismado. Después de cada parada volvía, como si hubiese descansado, y con mayores bríos, a manera de corcel que siente el acicate, a devorar el camino.

Dicen que tienes un tacto divino y quién te toca se queda con él… es lo que decían de mi nueva jefa de trabajo. Una nueva etapa con nuevos compañeros y nuevos jefes. Parecía nochevieja de los trajes escandalosamente escogidos para dicha ocasión. Yo llevaba un traje negro, jubón blanca, corbata negra y zapatos impolutos negros también. Era la hora de la charla y los agradecimientos a los colaboradores y sus aportaciones grandiosas que hacían posible la apertura de un nuevo museo de historia. Entonces fué cuando vi y sentí poco, como un flash, como una advertencia, como un aviso. Había una asistenta decente, elegante, tímida pero conocedora de sus encantos. Su vestido era bruno hasta los tobillos pero ajustado y con un escote sugerente pero no provocativo.

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