Excitacion

UN PERÍODO DE PREPARACIÓN 1823–1829

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XI, V. El punto de partida fué humilde. Un hombre llamado Bounet había sido capataz en unas minas de fierro, con gajes pingües y una mínima parte en los productos, que le habrÍan permitido vivir holgadamente, para su clase; pero era económico de suyo, y dejaba ciertas comodidades de la vida para cuando, por cualquiera circunstancia ó por su avanzada edad, se viese privado de su puesto. La afición al oficio, la ociosidad que le pesaba, el deseo de ser propietario y la esperanza de alcanzar la riqueza, le tentaron de tal manera, que quiso formar una sociedad modesta, y reunir un capitalito para los primeros trabajos. Le sucedió lo que acontece siempre en esos casos; unos no tienen fe en las empresas, y se abstienen; otros que la tienen, pierden su dinero, y otros el día que menos piensan se encuentran retribuidos de un modo que parece fabuloso. En una ciudad de provincia todos se conocen, todos saben la vida y milagros de cada uno, lo que pasa día por día en cada casa; hay frecuentemente chismes, rivalidades, envidias, piques y enemistades, siquiera haya familias virtuosas, distinguidas y apreciables; pero no sucede lo que en París, en donde la independencia de la vida es tal, que no se sabe lo que pasa en los otros aposentos de la casa en que se vive. Penosa fué para ambas hermanas esta separación; pero no había otro medio da evitar el abandono y la miseria.

El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarías con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa alambrada de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Melquíades, que era un hombre cabal, le previno: «Para eso no sirve. Durante varios meses se empeñó en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la territorio, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un edículo de cobre con un rizo de mujer. En marzo volvieron los gitanos. Sentaron una gitana en un extremo de la aldea e instalaron el catalejo a la entrada de la carpa.

La oración sola no es suficiente La curación espiritual y material es básico y complementaria Curación verdadera Curación material: Tratamiento a través de dieta y hierbas Curación con alimentos, frutas, etc. Yo Te imploro Te ruego En realidad, lo que se regocija en la alegría o se entristece en el dolor es el templo endógeno del cuerpo, y no el cuerpo mismo. Siendo esta forma física el trono donde se asienta el basílica interno, Dios ha ordenado que el cuerpo sea preservado hasta donde sea posible, de forma que no llegue a experimentarse nada que cause contrariedad. El templo interno contempla a su marco físico que es su trono. De forma que si a éste se le concede respeto es como si aquél fuese el receptor y viceversa. El embrión del hombre en el vientre de la madre crece progresivamente y se desarrolla. Aparece en diferentes formas y condiciones hasta que, llegado al grado de perfecta gracia, alcanza la madurez y se presenta en una forma perfecta con la mayor gracia

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