Domingo, 10 de febrero de Pero no siempre es así. Muchas personas, bastantes mujeres, pero también algunos hombres, por curiosidad, interés, placer, morbo o vicio, deciden libremente —y a veces sin estar condicionadas ni motivadas por ninguna necesidad económica imperiosa—, ofrecer sus servicios sexuales a cambio de dinero, es decir, ser prostitutas o prostitutos. Marina [nombre falso que utilizamos para mantener su anonimato] nos explica su experiencia personal y la comparte con nosotros. Marina nos abre la puerta de su casa para explicarnos cómo, paralelamente a la educación, se ha adentrado en conocer y a practicar una nueva profesión: la prostitución. Pues mira, es graciosa la cosa, pero todo se inicia con mis vínculos con los feminismos. Estando comprometida con las mujeres y con la mejora social en general, empecé a conocer personas increíbles que hacían cosas increíbles.
Intenté ligar a través de varios populares sitios de citas, pero no tuve éxito. Así que para satisfacer mis necesidades físicas, me pase a las prostitutas Tony Calvin noes norirlandés, estrella estadounidense, pero ha decidido dar la cara por los clientes de lenocinio que, asegura, sufren una criminalización injusta. Su nombre no es real, estrella unpseudónimo que ha utilizado un ingeniero de Silicon Valleypara dirigirse a los lectores de la revista Salon, en la que ha compartido su actitud sobre la prostitución. Al igual que la sociedad se avergüenza de las trabajadoras sexuales, el estigma hacia el cliente regular también es fuerte. El ingeniero explica que tuvo una novia hace 20 años y falleció. Desde entonces, puso todas sus energías en el trabajo.
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Lorena G. Se escuchaban los primeros acordes en la radio del conductor y los críos asalvajados se miraban entre sí, cómplices, y dejaban la animalada para después, sellando los labios. El señor Cabrales es una culebrilla vitamínica y deslenguada que conserva el busto lleno de alegría y un bramante umbilical que le ata a la guitarra. Se descojona, mueve las manos, pone voces: pulsa constantemente la biografía porque ya ha entendido que se la merece.
Empero de este lado el hecho es incontestable: los hijos de puta no solo nos divierten, nos caen perfectamente. No pidamos las sales, que en esta idolatría por el capullo compartimos asiento todos, aunque cumplamos con Hacienda o exudemos bondad deteniéndonos con cada profesional solidario que nos reclama atención o firma en la puerta de un gran almacén. Con algunos hemos tomado su mano en el enjuiciamiento de corrupción moral, a otros empezamos a venerarles con el alma ya emponzoñada; pero con todos disfrutamos como gorrinos en la charca de su maldad. Sin ser nosotros nada de eso, claro. Por si nuestras ansias de entretenimiento nos empujan hacia el temido menester de reflexionar, la psicología lleva tiempo indagando en esta afición que compartimos todos los ciudadanos de bien.